domingo, 5 de mayo de 2013

Talón de Aquiles

Cuando te conocí aquel octubre de 2010, en esa fiesta de Halloween donde iba disfrazada de peculiar arlequín, te coloqué esa etiqueta, eras oficialmente: mi talón de Aquiles. Ahora lo veo como una idiotez más encaminada a tormento.
¿Recuerdas aquella noche? Es lo malo de mi buena memoria sensorial, la recuerdo completamente (claro, hasta antes de perder la dignidad abrazada al retrete por una hora). Me acuerdo de tu mirada, tu cabello y cada palabra que le dije a Janet respecto a ti. Me acerqué, cruzamos palabra unos minutos, salimos al garage y, ahí, ocurrió la magia: ingeniero civil del Poli, 21 años, soltero, cabello largo, sarcástico, risa agradable y otras muchas atrocidades que ya olvidé (gracias a dios, aunque no crea en él); nos besamos, intercambiamos números y... nos interrumpieron. Prometiste llamar... en realidad, mandaste un mensaje justo cuando estaba en la visita al "trono blanco" No. 8 (por decir algo).
Lo que prosiguió fue lo que te hizo ganarte el título de "mi debilidad" porque tenías la facilidad para ablandarme los escudos: salimos tres veces, la última un lunes 4 de enero y lo recuerdo perfectamente porque iba cruda (¡cruda en lunes!), el día anterior habíamos festejado el cumple de alguien (no recuerdo si de Pity, Sergio o Alfredo, pero de alguien) y acabamos ebrios; así cruda fui a verte. No te gustó mi imagen y no por la cara de muerta que llevaba sino por el cabello corto, no te agradó para nada. Después desapareciste, parecía que la tierra te había tragado: no llamadas, no mensajes, no mails, no msn; nada. Así que decidí seguir con mi vida o tropezones que a fin de cuentas es lo mismo.
Pero, no sé, tienes esa costumbrita muy maldecible de mandar mensajitos pendejos para disculparte por tus actitudes. Fue en septiembre, yo salía con alguien en aquel entonces y volviste para moverme el tapete. Tenías novia, yo estaba con él. Decidimos tomar el riesgo de la aventura: emborracharnos, besarnos, coquetear y, de vez en cuando, tropezar en alguna fiesta y actuar casual. Y así hasta el siguiente enero en que ahora yo me desparecí porque quería estar bien con alguien, curioso fue que al día siguiente de terminar con él yo acabara en tus brazos, ¡pinche despecho, es un ojete!
¡Y no te volví a ver!, ojalá hubiera sido así...

En realidad, nos mandábamos mensajes frecuentemente, para saber que aún existíamos. Y de pronto, me harté de todo eso: ser la otra, la zona de confort, tu inmadurez, el vacío, Todo (sí, con T mayúscula).
Volviste a buscarme con mensajes, decidí no responderte; pero insistías e insistías e insistías.
...Hasta que una decide agarrar al toro por lo cuernos y decir: no más, hasta aquí, se acabó; basta, cabrón. Platicando contigo ese día pude ver que no eras más que un adolescente que aún no puede ver más allá de sus gadgets y excentricidades; apenas vas descubriendo responsabilidades y a asumir consecuencias, vas conociendo el mundo laboral y sus sinsabores, estás entusiasmado, por primera vez, por algo en tu vida y que no eres tú o algún juguetito, que aún no aprendes a salvarte tú solo porque por eso me buscaste para no hundir tu ego en el infierno; pero no, esta vez no sacaré tu ego de ahí. Sólo espero que seas feliz, que te vaya bonito y todo lo que nos pasó fue bueno a nuestra manera, no fue lo mejor; sin embargo, lo disfruté. Ya no serás Aquiles, sólo serás Uriel.

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